miércoles, 14 de agosto de 2013

fulgor

los parados de mi barrio
huyen
del sol
y del tiempo, de banco 
en banco,

cerrando los ojos
al cielo –no le deben
nada-
cuando apuran
el culo de la lata.
                                                     
Hablan muy deprisa,
casi a gritos,
por si a alguien se le ocurre
mencionar
que hay un mañana, marcado
por un número
                                    y un nombre
que lo agrupa en paquetes de siete,
luego un mes
al que siguen otros meses y pueden ser
tan hijos de puta de hacer
un año
entero.

Si observas un rato,
puedes ver centellear el instante en que se agotan
las coartadas
y sucede un silencio
que parece tirarles
de boca
contra la realidad,

alguien rasca en un bolsillo:
es el momento
de ir a por otra cerveza.