lunes, 18 de agosto de 2014

decidido

Hoy me he levantado decidido
a quitarle los precintos policiales a la casa
y arrancar las telarañas que acumulo
detrás del esternón.
hoy era el día, lo sé, de abrir todas las ventanas, de
pagar las multas, de
cortarme el pelo, incluso,
comprar ropa y hacer
algo de ejercicio.

te prometo que he estado a punto.

cuando apenas me quedaba medio soplo,
me ha picado el maldito insecto de siempre, - ya sabes cómo va-
en el preciso instante en que sostenía la escopeta de matar desastres,
con más firmeza y determinación que nunca. (no hay nada 
que pueda hacer contra ese bicho)

inmediatamente - sabes cómo va - me he tenido que sentar,
que se me pone la cabeza carrusel,
agarrar lo primero que he pillado
y ponerme a rebatir, conmigo mismo, las razones
para no decirte que

te quiero y nunca sé cómo decírtelo.

te quiero,
sin la más remota posibilidad de armisticio,
ni cinturón de seguridad.
te quiero nova, supernova y de rodillas. te quiero
sobre todo cuando llueve.

te quiero si eres traviesa, como un juego de cuchillos
de cocina, o eres
peligrosamente  suave.

te quiero
en cada uno de tus césped, y si sientes
que te nace alguna espiga.
te quiero carmesí, porque no sé quererte tibia o parpadeo.
te quiero en cada montón de escombros.

te quiero y nunca sé cómo decírtelo.

te quiero desde algún lugar remoto de mí mismo, 
donde por fin
puedo
parar a descansar, sin el ruido cruel del pensamiento.
te quiero porque embriagas mi rutina, 
untando mermelada
sobre el pan de ayer y
el pan de antes de ayer.

te quiero en la ternura de los primeros brotes
y en la lejana senectud del fin de invierno, porque no es
sí no a través
de la escarcha, que el verano vuelve
con un ramo de cerezas.

te quiero cuando, cerca,
no se puede distinguir dónde terminan mis cenizas
y empieza tu espesura, tu apogeo.
te quiero cuando, lejos,
una sombra del guepardo de tu sexualidad
cuelga inerte de una cuerda de tender, y
tengo que decirle al viento que con eso no se juega;
que no estoy aquí parapetado espantándole los pájaros. estoy
echándote de menos.

te quiero porque has puesto el clavel en las pistolas
en el punto álgido de mi ficción melodramática, y
después,
te permites mentir en el interrogatorio,
que no es por ti que tiemblan mis cimientos, que no sabes nada
de una bailarina, caballito de mar y solo
de guitarra eléctrica.

parece, entonces, que puedo seguir,
que recuerdo mi directo de derecha, que
las telarañas y precintos policiales trasparentan,
cuando, aun bajo el efecto del veneno,
intento decir que

(globo                  o             plomo,
sangría                 o             dínamo)

te quiero
y puede que no te quiera bien, pero te quiero así.
nunca sé cómo decírtelo.