domingo, 14 de enero de 2018



El cielo nos está gritando
algo.
El suelo, algunas veces, 
también grita.
Los de en medio,
estamos empezando a comprender
el idioma de las piedras.

PUÑOS DE IRIDIO



He vaciado filas de camiones
que no dejan lugar para la luz,
como procesionarias de palés
fuera de cuentas.
Mis manos, unas ruedas cojas,
ruinas de óxido y quebrantos.
He tenido, para las mañanas al llegar,
la mesa puesta.
Hice llegar cadáveres al horno
en bañeras de cristal,
a mandíbulas comentaristas
mordientes de poder y tradición,
catorce horas.
He llevado el agua de hervideros
dibujándome en la piel
caricias de hombre adulto.
He frotado húmedas esponjas,
dignidad, en las axilas y las ingles
de grúa rota
VIH
tetraplejia
sobrepeso
y un cuchillo de conversación,
para Roberto.
-su madre aún me llora dentro y yo
rechazo sus monedas-.
He plantado en mi esternón
angustia yerma de rutina.
La memoria, ahora, oscurece la voz.
La memoria sufre y decolora.
Traerla de vuelta, a través
de la membrana pantanosa del alzheimer,
del pasado, disolvente en la mirada y el reloj,
me hace sentir al dios determinista
golpeándome con su polla en la sien.
Todos los días hago el viaje
y vuelvo,
con el fardo lleno de trocitos del espejo
para repartir,
y se monta una discreta fiesta de la luz,
alumbrando su camino hacia el hogar.
La memoria, sobre esta craquelada
y temblorosa espalda de arcilla,
que a veces no sabe cómo hacer,
cómo demonios compartir el peso.


AEROPLANES



Por fin he encontrado,
entre el duro traqueteo y la prisa percutora,
a pesar del dolor de los ladrillos,
quien ha decidido compartir el viaje.
Me eligió, yo, venía convencido:
Es ella, tiene que ser en caída libre
este desperezo de volcán, a bocajarro.
- sus razones, fueron suficientes
para los dos -
Amor, abandona la semana y el trayecto,
buscamos para la vida alguna aldea
de cualquier planeta por descubrir,
una mota de polvo, un charco,
un café hasta el mediodía,
lejos de lo vertical y lo correcto.
Y allí,
preocuparnos solamente de lo vulnerable,
enseñarles a crecer
como nosotros no supimos.

DE VERDAD



¿Me quieres de verdad?
¿Verdad en prácticas, verdad empírica,
absoluta, racional, infraccionable,
verdad sin sueño, de blanco y título
verdad sin duda, la de los sentidos,
de diez y suelo, de sello y de bellota,
verdad de línea y religión,
verdad de esfera, de estación y de moneda,
verdad de gravedad y anatomía?
Nunca tengamos que invocar verdades
que digan de verdad si estamos fuera,
que nos puedan partir por la mitad.

PAPELES

Es joven, alegre, dinámico, responsable y educado. Habla con soltura cuatro idiomas. Aprieta la mano e inclina la cabeza al saludar. Siempre sonríe. Siempre. No sabe qué son las fallas, quién fue el primer presidente de la democracia o qué ha sido de sus padres. Le sobran lecciones de humanidad y de respeto. Le falta un papel que dice que el color de su piel no importa. Su madre no sorteó ningún alambre antes de traerle al mundo. Él sí se la jugó a la ruleta de mordiscos de occidente. Ningún papel le libera de la caridad. Su mirada pregunta cuánto vale un puñado de tierra a este otro lado del mar. Nunca admite que hace mucho frío.

SUFICIENTE


Papá nos ha comprado un patinete.
Antes, era de otro niño.
Un patinete para los dos.
Yo sé que papá
no puede comprar dos patinetes,
mucho menos si son nuevos.
Aún eres muy pequeño
para comprender la realidad
de plástico y dolores de cabeza
de este mundo de mayores,
tan sin lápices.
No es necesario que crezcas todavía,
lo entiendo yo y es suficiente.
Toma el patinete,
ahora te toca jugar a ti.

EL HERMANO DE LA DOLORES



Le llevaron a morir al pueblo.
Cuando fueron a verle a casa,
les pidió un huevo frito.
Mi abuela dijo:
«hazle un huevo frito,
mujer.
Total, ya…»
Al parecer, el hombre
tardó en morir casi cuatro años
y un montón de huevos fritos

REFUGIOS



Cuando se me acaben los refugios
quizás empiece a hablar de patria,
aún puedo ser más cobarde.
Cuando se me acabe la esperanza
quizás empiece a hablar del miedo,
aún puedo ser más oscuro.
Cuando se me acaben las alturas
quizás empiece a hablar del agujero,
aún puedo ser más incisivo.
Puedo ser la última cerilla
que atraviese la cruz del canciller,
romper la posición privilegiada.
Aún puedo la paloma y el mensaje
transparente que anime a los rendidos.
Si hay altura, refugio y esperanza,
cualquiera puede con las estructuras.
Aún puedo de luz las embajadas,
liberar la sangre de los labios.
decidle al mundo que con más violencia
seguimos hablándoles de amor.

PAISAJES DE INTERIOR



I

Dentro de mí, siempre es otoño.
A veces, un otoño grato,
palabras como edredones y paredes de cristal.
Otras veces, un otoño hostil,
de cerrojos y sillones de dentista.
Una vez al año –es algo cíclico-,
la ciudad siente lástima de mí
y se pone a jugar conmigo:
desorganiza todo
en plácida caída,
extrañamente confortable.


II

Invierno es una madre
gritándole al teléfono:
lo sé, Rafa
lo sé,
pero los niños
necesitan calcetines



III

Me ha preguntado mi jefe
si quería quedarme un par de horas,
había curro y las iba a cobrar festivas.
Le he dicho que, por amor,
soy capaz de hacer cualquier cosa.
Se ha reído.
Me he ido a mi casa.



IV

Me marché justo antes
de que se agotara la pasta de dientes,
antes de tener que salir a por una bombona,
cuando tocaba cambiar la bolsa de basura
y la nevera helaba de vacía.
Ahora que estoy aquí
tan solo que me ahoga el aire que me sobra
y apenas gasto pasta de dientes,
echo de menos terriblemente
esa manera de compartir
la necesidad.



V

Llamé sólo para decir que
de verdad
lo había pasado bien
(…)
mis ahoras
suelen ser
siempres
demasiado tarde.



VI

Se mira, siempre que pasa por delante
y coquetea,
levantándole un ladrido de confeti,
una herida de narcisos blancos.
Yo, represento un ritual muy parecido,
cada vez, al del espejo.



VII

Nos habíamos acostumbrado a caminar muy juntos,
debajo de un paraguas tan pequeño, que
ahora que la vida paga los atrasos,
no sabemos qué hacer
con tanta suerte.



VIII

Podría ofrecerte varias maletas
hasta las costuras de motivos,
madre, agotar la obstinación del mar
pintando realidades de ceniza
y corazones de sandía.
Tú me enseñaste el remo de a contracorriente,
que deja las razones tejiendo mapas,
a vivir y combatir en cada búsqueda.




IX


Una le tira la pelota y la otra corre detrás.
Luce el sol con decisión,
aunque voy a trabajar, es un buen día.
Disfruto lo que hago y, cuando vuelva,
estará tirando la pelota, la otra correrá detrás,
mientras cae el sol del día cansado.
Parece que la vida concede treguas.
Sucede a veces,
cuando la felicidad se pone a jugar con tu suerte.